
Los tiempos
- insanguineveritasb
- 19 jun 2024
- 1 Min. de lectura

-Hijo mío, desliga tu alma.
-A usted, pater, sé que ya le han ido poniendo en andanzas, y a su jefe en las alturas sé que no es necesario irle con cuentos, pero… sí, aliviaré mi conciencia. Yo tenía un trabajo bueno, hijos a los que amaba y que conservarían mi raíz, una mujer adorada y adorable que me quiso, como suele suceder, sin motivos. Todo era tan bueno, tan bueno… Todo de prestado. Luego se metió en mi cabeza esa frase, primero curiosa, más tarde ansiosa, luego apremiante, hasta hacerse tiránica… Y Dios Todopoderoso, en las alturas, viendo mis locuras y sin frenarme...
-La frase, hijo, la frase… Te escucho.
-Nadie me escuchó entonces ni ahora lo pretendo.
El hombre se dio la vuelta y marchó satisfecho al patíbulo, con paso quedo, lento, murmurando por lo bajo... “Esto no puede ser todo lo que la vida me tenía preparado. Esto no puede ser todo lo que la vida me tenía preparado. Esto no puede ser…”.

-Madre, me siento mal. Cada día intento tener un día de trabajos y el demonio cada día los convierte en la pura nada, y así hasta que despierto en la siguiente albada.
-No te apures, ven a mi regazo y déjate de lamentos y quebrantos. No está bien que incomodemos a nuestros huéspedes, ya sabes que no soportan los gritos y el ajetreo. Quédate muy quieto y déjalos que prosigan con su labor. -La madre le aparto con ternura un gusano de la comisura de sus labios y siguió: -En cuanto acaben, te prometo que partiremos en hacia el Monte de las Ánimas, mi pequeño.
Microcuentos de @MarianicoJose

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